Estás furioso, lo noto en tu mirada, Noah. ¿Qué estás pensando? No tienes mucho tiempo ¿Recuerdas?
Ahora mismo estamos solos, me miras fijamente como si me devoraras. ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres comerme ya?
No, aún estás cocinando la cena ¿No? Perturbarme, pervirtiendo mi alma. Eso es divertido para ti ¿Verdad?
Te acercas, sin disimular y te agachas ante mí. Me tomas de la mano, herida. Aún me duele un poco.
“¿Le sigue doliendo, joven ama?”
Te miro, agachado frente a mí, sumisamente dominante.
“Así es”
Veo como desatas el lazo que sujeta el cuello de mi vestido. Y después sueltas el pañuelo que reposa sobre mi nuca.
“Tal vez no le coloqué bien el hombro, joven ama, permítame comprobarlo”
Tu mano se posa sobre mí y un gran dolor recorre mi espina dorsal. ¿Por qué has apretado? Mi rostro se contrae de dolor y mis ojos lagrimean.
“Discúlpeme, joven ama”
Me dejo caer sobre tu hombro y tus brazos me rodean, acogiéndome, posesivo. Tus enguantadas manos me acarician lentamente el cabello. La noche ya ha caído hace tiempo.
“Prepárame un baño de agua caliente, Noah”
Me levantas, tu frialdad es reconfortante, el pasillo está sumido en la oscuridad.
“Ya lo hice, mi señora”
El vapor inunda la sala. Noto mis pies sobre el suelo y tú dedicas unos minutos a quitarme el vestido. No me incomoda que me veas desnuda, no es la primera vez.
Oigo la tela caer y un ligero golpe, el que hacen tus guantes al caer al suelo, tus frías manos desata la cola de caballo donde recojo mi cabello. Me sonrojo, aunque no siento vergüenza.
“Puede entrar a la tina si tiene frío”
Sin embargo no me sueltas, es más, parece que me aprietes más la muñeca. Siento tu cálido aliento sobre mi nuca y me estremezco.
“Suéltame”
Siento mi voz temblar, a veces me das miedo Noah, mucho miedo.
“Es mía, mi señora”
Tiras de mí y me susurras al oído, tu sensual voz me hace retumbar los tímpanos.
“Sólo y únicamente mía. ¿Lo sabe, verdad, mi señora?”
¿Era eso en lo que pensabas Noah? Te remangas la camisa y tu fría piel entra en contacto con la mía. Posesivamente me rodeas de nuevo.
“No dejaré que otro la perturbe”
Intento soltarme por mi propio pie pero aprietas más, pegándome contra ti.
“Su perfecta y blanca piel me pertenece como yo os pertenezco a vos”
Trago saliva, la broma empieza a ser pesada.
“Si ese demonio de Sebastián la tocase de nuevo yo…”
Suspiro. Así que era eso ¿No?
“Suéltame, ahora”
Tus brazos se aflojan y yo me sumerjo en el agua tibia, un escalofrío me recorre.
“No tienes esa libertad de opinar”
Te veo acercarte, juegas ligeramente con el agua y esta cae bruscamente sobre mi cabeza.
“Cómo diga, joven ama”
raro capi, en fin, a la espera del siguiente
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