Capitulo 3: No me preocupa la muerte

Navegar, los barcos siempre me han fascinado, el sonido del mar, el olor a salitre, el suave bamboleo del chocar de las olas contra el casco del barco…

Me acerco a la barandilla de metal y miro el horizonte, las aguas están tranquilas y el paisaje cada vez se torna más bello.

Estoy sola, todavía estaba viva…completamente viva, paseo por cubierta y me siento en uno de los bancos que en ese momento de calma se hallaban vacíos.

Pero aquella calma solo era el mensaje de lo que pasaría pocas horas después. Diría que el cielo se tiñó de color rojo y las estrellas se escondieron para no ver la masacre que se produciría.

Los piratas no son misericordiosos con nadie, conmigo, aristócrata inglesa y niña de catorce inviernos, tampoco tenían porqué serlo. Cuando nos abordaron por algún extraño motivo no sentí pánico a morir, esperaba bajo la cama del camarote a que se fueran, a que saqueasen todas y cada una de las podridas joyas que abarcaba el navío.

Puedo decir que tenía la esperanza que no me encontrasen allí, pero era un brillo vano. Cuando el cruel hombre entró me divisó desde la puerta y noté dolor cuando tomó mi brazo con brusquedad. Entonces supe que iba a morir.

Abro mis ojos, y me encuentro en el carro. Ya he olvidado si iba o volvía a casa, pero no me importaba, hacía mucho que me había dejado de importar.

Nevaba, y suspiro cansada, odio la nieve, es fría y es húmeda, como la arena de la playa y yo también odio las playas.

Volvemos, acabo de descubrir que volvemos, me acabo de acordar de mi visita a la empresa de chocolates. Y cómo no, no hacían más que surgir problemas. Me duele la cabeza de pensar, pego mi frente al cristal y casualmente le vuelvo a ver. ¿Cómo se llamaba? ¿Ciel? Si, el conde Phantomhive había sido el centro de mis pensamientos. No me gustaba, me producía una sensación de confianza y esa sensación no era confiable.

“¿No puedes ir un poco más rápido, Noah?”

Por un momento, nos cruzamos la mirada, ¿Sabe algo? Me pregunto y enseguida niego, no, nadie sabe nada. Nadie sospecha nada, Nadie imagina que ye ha muerto en aquél viaje desgraciado

Noto como acelera, y la ciudad de Londres cada vez queda más lejos, pero los ojos púrpura del muchacho se me quedan mirando, los noto clavarse en mi nuca. ¿Por qué ésta incertidumbre?

Me siento mareada, Noah, aumentas el paso y yo sonrio, no se porqué pero lo hago. De pronto paras, no me había dado cuenta de que la mansión se habría paso en el horizonte. La puerta se abre y yo me tambaleo, pero no caigo porque me sostienes, Noah, siempre evitas que me hagan daño, pero… al fin de cuentas ese es nuestro trato ¿No? Mi alma por mis deseos.

“Hemos llegado, mi señora”

Anuncias, yo te miro despectiva, casi como siempre te miro, con desprecio y sabes que no te desprecio a ti, sino que me veo en un espejo y eso te hace gracia.

“¿En serio? No lo había notado…”

Ironía, claro, es mi humor ácido y mis respuestas absurdas lo que te gusta de mi.

“Déjeme ayudarla, joven ama”

Te acercas y me coges en brazos, ya me estoy acostumbrando a esto. No digo nada, por extraño que parezca, estoy cansada, Noah, estoy muy cansada. Me acurruco y tu pareces preocupado, nunca te he visto preocupado, Noah. ¿Cómo eres en ese estado?

¿Eres tan vulnerable como yo?

“No se preocupe, fue solo el movimiento del carromato”

Pero estoy tranquila, no me preocupa nada, estás a mi lado ¿Recuerdas? No tengo miedo si estás tú conmigo, Noah. Eres mi órgano de la valentía. Cierro los ojos y tiro de la corbata, sé que no morirás aún si te ahorco ahora mismo, ni siquiera me soltarías.

“Cállate y sigue caminando…”