Había nevado, y francamente, odiaba la nieve al igual que las playas, la nieve es como la arena de la playa solo que fría y húmeda.
Abrí la puerta con pesadez y las bisagras chirriaron, entré lentamente, me sacudí la nieve de los hombros y di un vistazo rápido al lugar, ahí estaba con aquella sonrisa…me daba asco.
Me senté en frente del capitán y él dio un sorbo a su copa, miré alrededor y tragué el humo de algún cigarrillo. Aquello me hizo toser y Roy rió.
-Cuidado pequeña, no te vayas a morir antes de tiempo.-
Mis mejillas se encendieron hasta hacerse notar y desvié la cabeza para no soltar una burrada en la cara de un superior.
-¿Qué mas le da eso?-Pregunté aún enfadada.-
Noté su risa, y yo me frustré aún más.
-Que yo recuerde.-Dije colocando nerviosamente mis gafas de aviador en la cabeza.-No he venido aquí para que usted se burle de mi.
-Oh…-Dijo dando vueltas al contenido de la copa, como si no le interesase lo más mínimo de lo que estaba hablando.- Es cierto, estábamos teniendo una cita. Mis disculpas.-
Gruño, definitivamente se pasaba mis quejas por el forro de su uniforme, aunque no lo llevaba en ese momento, se pasaba mis quejas por el forro de algo.
-¡No es una cita!-Exclamé molesta, no me gusta que se burlen de mi. ¿A quién no le molesta eso?
-No niegues el hecho de que te gusto- Sonrió, era una sonrisa seductora, encantadora que me puso la carne de gallina.
-Deje de decir tonterías.-Desvío la mirada, para evitar ponerme en contacto frente a sus ojos oscuros, me pregunto de que color serán… ¡Gundenia! ¡Narices que no has venido a admirarle!- No estoy aquí por eso y lo sabe.
Le veo fruncir el ceño, parece…asqueado. Si, esa es la palabra, bebe otro sorbo de lo que estuviese bebiendo. Trago saliva y decido continuar. Voy a interrogarle.
-Quiero saber porque oigo su voz.- Digo seria y al momento me doy cuenta de que la frase está mal expresada, tarde. Es tarde para cambiar mis palabras.
-¿Acaso no tienes oídos?-Contestó con deje de burla. Me estoy desesperando con este hombre. Lo juro.
-Sabe a que me refiero.-Exclamo, aprieto la piel de mi falda con fuerza.-No me vacile, capitán.-
Suspira, como si estuviese pensando en algo y yo desvío la mirada de nuevo. Su presencia me genera una extraña sensación de tranquilidad, de protección… ¡Deja de pensar esas cosas!
-Nunca olvido una voz…-Dije con toda la suavidad que pude en ese momento.- Y la suya ya la conocía de antes… ¿Por qué?-
Tarda en contestar, como si no quisiese contármelo. Pero… ¡Yo necesito saberlo! Es su voz la que me acecha por las noches y a penas puedo dormir, su agradable y tranquila voz…
-No deberías preocuparte por eso.-Contesta con simpleza y yo frunzo en ceño.
-Quiero saberlo.- Exijo, al final nada ha salido como esperaba.
-Es tarde…-Se levantó cogiendo su chaqueta y yo quise detenerle pero él solo se agitó un poco.-Debo irme.-
¡No quiero que te vayas! Me hubiese gustado exclamar. ¿Qué me está pasando por la cabeza? ¡Solo es información! ¡In-for-ma-ción!
Me he quedado sola en el bar y… ¡No ha pagado! Gruñí mientras sacaba la cartera y dejaba las monedas encima de la mesa. Refunfuño, me levanto y salgo del local, colocándome las gafas de aviador de nuevo para evitar que la nieve me congele los automails. Sigo pensando en él. ¡Dita sea!
No me puedo quitar de la cabeza su figura y sus ojos desafiantes, me hubiese gustado poder ver en color para saber cómo es realmente. El capitán general, Roy Mustang, el alquimista de fuego… ¿Estaría obsesionada con él?
Muy bien, hce tiempo que no leía de este fic.
ResponderEliminarBuen capitulo, desenrollando algo mas de la personalidad, aunque enrollando el porque oye la voz de Roy en sus sueños.
Seguiré expectante.