La sangre bañaba sus manos, hundió un poco más sus dedos en la cuenca del hombre y pasó la lengua por sus labios al ver su expresión, mezcla de dolor y miedo.
Sacó sus dígitos con lentitud y su boca saboreó el líquido carmín ante el rey suplicante y su consejero.
-¡Eres un monstruo!- Exclamó, la sangre enmarcaba su rostro y se mezclaba con las lágrimas y la ira de aquel poderoso señor.
Ella, gruñó y lo golpeó hasta que cayó medio muerto al suelo, delante del monje que asustado se apartó. Se acercó al rostro del gobernante pasando por su espalda, clavando sus botas en la carne a cada paso que daba, una vez entre el rey y su consejero, tomó los cabellos castaños entre sus finos dedos y levantó su rostro. La pálida cara de la joven mostró una sonrisa demasiado inocente para la situación.
-Con que un monstruo… ¿Eh?- Tiró un poco más deleitándose por su mueca de dolor.- Observa bien, porque este monstruo te va a enviar al infierno, estúpido humano- Acercó su rostro al del rey y su sonrisa se ensanchó.- A menos que supliques clemencia y limpies mis botas con la lengua.-
-Nunca…- Consiguió articular y ella le dejó caer con brusquedad al suelo.
-Como quieras- La joven se encogió de hombros- Tendrás la muerte que mereces, sucia rata.-
Se alejó unos pasos antes de pronunciar un conjuro, éste prendió la capa del monarca y lentamente fue consumiendo la carne y la tela. La princesa se deleitó con los gritos mientras el monje la miraba con rabia y una mezcla de miedo.
Cuando las llamas carcomieron al hombre hasta que solo quedaron los ennegrecidos huesos, ella pisó la calavera haciendo polvo de lo que antes había sido un rey.
Sonrió satisfecha y se giró para ver al rubio totalmente paralizado por el miedo, se acercó unos pasos pensativa.
-¿Y bien monje, que sugieres que haga contigo?-Le preguntó aún sabiendo lo que quería hacer, lo torturaría hasta que suplicase clemencia y tal vez… lo convertiría en esclavo.
Él no contestó, la joven rió levemente mientras se acercaba aún más para ver el temblor que le provocaba.
-¿Cómo te llamas?-Preguntó, fijándose en sus profundos ojos azules. Le devolvieron una mirada desafiante y una muda respuesta, ella tomó los largos cabellos rubios y gritó.- ¡Te he preguntado tu nombre!
-Cr…Cristian.- Exclamó él mientras los ojos se le llenaban de lágrimas- Me…me llamo Cristian…-
Ella se acercó a su rostro y sonrió, si. No era fuerte, se rendiría al poco de empezar.
-Bien Cristian…- Dijo y bruscamente soltó sus cabellos haciendo que el pobre monje se tambalease.- Creo que tú ya sabes quien soy… pero por si acaso… Soy Luna, hija de la oscuridad-
Se sentía orgullosa de aquello, lo abofeteó hasta que su labio partido derramó sangre, la princesa pasó la lengua desde su mentón hasta su boca lamiendo cada parte de aquella piel. El monje se sonrojó violentamente y ella rió.
-Y ahora que nos conocemos…-Dijo y se separó de él para mirarle desde arriba- Te mataré pero primero te arrancaré la piel a tiras…-
El joven asustado se echó a sus pies suplicantes, ella amplió su macabra sonrisa colocándose una mano en la barbilla pensativa de que hacer.
-No quiero morir… por favor…-
Ella asintió mientras lo volvía a coger del cabello para levantarlo, era más alto, sin duda pero débil como un cachorro bajo la lluvia.
-Si me lo pides así…-Dijo Luna, aunque lo tenía planeado desde un principio.- Supongo que podría salvarte…-Una macabra sonrisa se formó de nuevo en su rostro.- Pero te costará…-
Lo vio tragar saliva y entonces supo que por no morir de aquella manera tan horrible haría cualquier cosa. Su mente divagó hasta posarse en los profundos ojos azules.
-No te mataré y además te daré trabajo…-Concluyó.- Como esclavo, es lo que merece un sucio y maldito monje como tu-.
-¿Qué…quier…quieres?-
Ella rió y señaló uno de sus orbes azules, el rubio seguía sin entender realmente que era lo que quería, la joven suspiró.
-Tus ojos me gustan…-Comenzó mientras observaba una mueca de horror formarse en la cara del monje.- Dame uno de tus ojos.-
Él negó con la cabeza, ella se cruzó de brazos esperando ver como él mismo le entregaba el botín pero al ver su expresión se dio cuenta de que era demasiado cobarde.
-Tranquilo, lo haré yo.-
-No…por…-
-¿Entonces prefieres que te mate arrancándote la piel a tiras y dejando que te desangres? Los cuervos devorarán tu carne.-
El monje asintió y ella rió un poco antes de insertar los dedos en una de las cuencas mientras el joven se retorcía de dolor, lo hizo lento hasta que el orbe azul quedó mirándola desde su mano.
-Es un interesante color.- Comentó viendo como la sangre le recorría el rostro, arrancó la manga del monje para vendar el ojo dañado- No es que me importe, no me gusta un rostro demacrado al descubierto.
Dicho se dio la vuelta y chasqueando los dedos le miró un segundo.
-Vamos, perro de Gaia, todavía tengo que quemar este sitio, arrodíllate.-
Sin más remedio que hacerlo, el monje se posicionó a cuatro patas, ella se sentó sobre su espalda y lo azuzó a que se moviera.
La guerra había terminado, los demonios proclamados vencedores se hicieron con la tierra convirtiendo en esclavos a los humanos que se rendían y matando a los revolucionarios. Y el destino del joven monje no iba a ser menos…
Muy buena la wea, de verdad te salio excelente cabra
ResponderEliminarUn poco macraba la idea de arrancar un ojo, apropiada para el contexto de la historia, bien personificados luna y cristian (bueh de la autora no se espera menos), soooo...
"Sin más remedio que hacerlo, el monje se posicionó a cuatro patas, ella se sentó sobre su espalda y lo azuzó a que se moviera."
Y esa seria la funcion del monje de ese lado de la realidad, en el real es otra cosa
No hay mucho mas que decir, todo excelente~
Bueno, como dije cuando me la contaste ayer, simplemente genial.
ResponderEliminarMe encanta el estilo macabro, sangriento, y esa altanería y aire de superioridad que demuestra tener Luna en cualquier situación
Has creado personaje excelente y has sabido darle los matices adecuados, encontrando las situaciones perfectas para resaltarlos.
Qué mas decir, sigue así, que me ha encantado ^w^
Matta ne~