El piano sonaba melancólico, el violín que le acompañaba sonaba aún más triste. Las notas alargadas simbolizaban las lágrimas que la música dejaba escapar a través de la melodía. Todo demasiado poético.
La violinista, de estilizada figura, de finos y alargados dedos, dejó el instrumento a un lado, el pianista le miró momentáneamente, se levantó cerrando la tapa del piano y salió de la sala, haciendo que la madera crujiese bajo sus pies, al cerrar la puerta esta hizo un ruido sordo.
La violinista, se giró mirando el espejo que tenía detrás, su cabello largo y exageradamente* liso caía como una cascada, brillaba a la luz de las velas. Sus ojos verdes, emitían un brillo de tristeza.
-Este será mi gran final…-Murmuró con pesadez, caminó hasta la puerta, puso su mano sobre el pomo, pero no fue capaz de abrir.
El viento, acompañaba su susurro, con el vaivén del tul de las cortinas, la habitación empezaba a oscurecer, pues las velas se apagaban, en un baile lento y tortuoso.
Agachó la cabeza, mirando la gran moqueta roja que cubría el suelo de la habitación, movió sus manos nerviosa, estaban escondidas dentro de unos finos guantes negros que llegaban hasta la muñeca, su vista se deslizó de nuevo al pomo de la puerta, dorado y brillante... misterioso.
-Valor…-Se dijo a si misma en un intento fallido de darse ánimos. Suspiró, volviendo a poner la mano sobre el pomo, giró lentamente la muñeca y…nada. No pudo abrirla.-Alicia…eres una cobarde…-
Los zapatos resonaban en el pasillo, de un lado para otro y de nuevo sus nervios se crisparon, chasqueó los dedos nerviosamente y se alejó lo más que pudo del causante de sus miedos, su violín.
Alicia, lo miró con un poco de pena, su primer y último concierto, no estaba preparada, le daba miedo, todo. La gente, fallar, el mismo instrumento de cuerdas la aterraba.
Se sentó encima del escritorio, no, sin apartar antes los numerosos papeles y plumas que allí reposaban. Sus pies quedaron colgando, dejando ver sus finos tobillos, y los zapatos de tacón de aguja rojos que cayeron al suelo, liberando los pies de la joven.
El vestido que llevaba en ese momento, la cubría hasta las rodillas, lleno de volantes, de falda al vuelo, negro con un gran lazo blanco que cubría su cintura.
Miró el arco, luego el instrumento, lo cogió temblorosa y empezó a tocar una melodía, dificultosa, triste y alegre al mismo tiempo…como si realmente…no supiese lo que hacía. Las notas volaban por la habitación, escapándose por la ventana abierta.
En el jardín, el joven leía tranquilamente, todas aquellas fiestas le daban dolor de cabeza, el sonido del violín hizo que girase la cabeza hacia la ventana, se suponía que ya debía estar en el concierto.
-Alicia…-Murmuró levantándose del banco de piedra para ponerse a caminar rumbo a la mansión, hacía frío, sin duda, aferró su chaqueta a los hombros y se dispuso a caminar más rápido.
La fachada, en buenas condiciones, siniestra como un castillo gótico. Las ventanas del mismo estilo y la gran puerta de madera que daba entrada, la abrió como pudo y la cerró poco después detrás de sí.
Aquél pasillo tétrico, dejaba mucho que desear, la piedra desgastada, dejaba pasar pequeñas gotas de la intensa lluvia que caía en ese momento.
Sus pasos resonaron en el pasillo, retumbando en sus oídos y en los de las personas que se cruzaba, paró frente a las escaleras, apoyó su mano en el pasamanos y subió el primer escalón, pero quedó parado ahí.
-¿Qué demonios está haciendo que no baja?- Se impacientaba, subió otro de los múltiples escalones.-Alicia…se me agota la paciencia.
Como si realmente hubiese oído aquellas palabras en voz baja, una figura se precipitó por la barandilla, deslizándose a gran velocidad, el joven apenas pudo apartar la mano, era ella, la violinista, descalza, con la ropa medio arrugada, el cabello recogido en una cola de caballo.
-Hola…Iván.-Se sonrojó, se avergonzaba de su aspecto, de lo que acababa de hacer para ahorrarse el tener que bajar escalones.- ¿Cómo…te va el día, hermano?
-Mal.-Respondió secamente dándose la vuelta, se colocó enfrente de la pelirroja.- ¿Qué se supone que haces aquí? Tienes que dar un concierto.-
-Pero…yo no quiero darlo.-Dio un paso hacia atrás.-Me da miedo el público.- Miró al muchacho de unos dieciocho años, alto, de ojos verdes, cabello negro como el carbón y mirada tranquila.
-Eso es una estupidez, Alicia, mírate, eres una violinista estupenda.-La revolvió el pelo con una de sus manos.-Pero no te voy a obligar a hacer algo que en realidad no deseas.
-Gracias…Hermano…-Asintió con la cabeza, sonriendo medianamente. Subió de nuevo las escaleras. Notaba la mullida alfombra debajo de sus pies, y… realmente no quería decepcionar de aquella manera a su querido Iván. Era… un amor platónico que estaba prohibido. Amor entre hermanos es un pecado mortal a la vista de los demás.
Sin embargo, no quería coger aquel instrumento, le pesaba. Volvió a la habitación, se colocó de nuevo los zapatos y se arregló el vestido tan bien como pudo. Se quedó mirando el violín, desvió la vista a la ventana.
-¿Y si…?- Se quedó pensativa.-No…definitivamente… no es buena idea…
Era… ese impulso de huir, la obligaba a salir de aquel lugar… aunque la lluvia torrencial golpease el cristal de la ventana con furia.
Pasos, el chirriar de la puerta la sacó de lleno de sus pensamientos, giró la mirada.
-Iván…-Susurró.-Pensé que habías ido al salón.
-Se realmente ese miedo que sientes… pero… hay algo más…-
-Si… solo quiero huir… marcharme de este lugar… esto….esto no es lo que realmente quiero.-
Él, él sonrió, cabizbajo, se acercó a la joven, tomando su mano con suavidad. Su mirada se clavó en la de su hermana pequeña, una chispa saltó.
Iván… comprendía perfectamente lo que su hermana estaba transmitiéndole por medio de esas frases que el debía descifrar.
Estaba seguro de que tenía miedo… de que la abuchearan, de que no la aceptaran. La miró, y soltándola se acercó al piano.
-Hagamos un dueto de piano y violín… No te sentirás tan sola ahí arriba…-
-¿Eh?-Le miró idolatrándole.-Si…
Los dos, salieron de la sala de música, caminaron por el pasillo, hasta pararse delante de la puerta del salón principal.
-No tengas miedo… la función… solo acaba de comenzar…-
Ella suspiró mientras empujaba las puertas de madera, el mundo se quedó en silencio a su alrededor. El pánico se hizo presente en sus ojos pero su hermano la tranquilizó cuando se sentó en el roído taburete del piano.
Se dejó llevar por la música y por la emoción, el mundo despareció, al igual que ellos, las notas aún flotaban en el aire de la mansión que empezaba a vencerse por la intensa lluvia.
Las luces se apagaron en un instante y el silencio bañó la inmensa habitación.
Solo había sido un espejismo, un recuerdo que aquellas paredes guardaban. Solo quedan los vestigios de lo que ocurrió aquella noche a la luz de los candelabros.
Aún quedaban las marcas del fuego que ardía con fuerza y como la música se extinguía con la lluvia. Son los fantasmas que aún escuchan a la pequeña violinista…
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Esta historia la escribí a medias hace tiempo y la completé hace poco, la presenté a concurso pero no salió, sin embargo, espero les guste
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