Soñaba con aquella voz noche tras noche, soñaba en la oscuridad solo atendiendo a las otras sensaciones que me quedaban.
La primera vez que escuché aquella voz llovía, fue el día que intenté realizar algo prohibido. Su voz tenía tonos cálidos y sonaba atormentada, como la de quién acaba de sufrir una horrible pesadilla.
La segunda vez, en aquella cafetería desierta. Aquél hombre que me observaba disimuladamente desde el otro lado de la barra.
Y la tercera en la entrevista. Fue la voz que me preguntó y seguidamente me contestó que nos veríamos luego…
Tardé mi tiempo en descubrir que aquel tono pertenecía al capitán general, Roy Mustang. La primera vez que le miré a la cara mientras hablaba, me sorprendí. ¿Quién no lo haría?
Quería hablar con él, no, más bien, necesitaba hablar con él desesperadamente. Su voz me atormentaba en sueños y llevaba días sin dormir. Quería saber si realmente había sido él.
Aquél día, esperé, durante horas, sentada en la acera de en frente de la sucursal principal. Hasta que le vi salir, como no acompañado de una mujer. ¿Qué nunca salía solo?
Me levanté y me dirigí con pasos largos y los músculos tensos, hasta cortarle el paso. Él me miró con su único ojo visible y yo clavé los míos sobre él.
-¿Quieres algo?-Preguntó la mujer de cabello claro.-Si quieres concertar una entrevista por alguna de las misiones que te han sido otorgadas deberás hablar con la secretaria del capitán general.
-No quiero concertar una entrevista.-Exclamé frunciendo el ceño.- ¡Quiero hablar con él!
Una sonrisa de autosuficiencia se formó en sus labios, y mis mejillas enrojecieron hasta hacerse notar en mi piel color canela.
-Lo siento, si quieres salir conmigo deberás esperar a otro día.-Me cogió un mechón de cabello mientras me miraba pensativo.- ¿Qué tal la semana que viene?
Aquello, francamente, me había sentado muy mal. Aparté la mano del capitán de un manotazo y le miré fijamente.
-¡No quiero salir con usted!-Grité y golpeé el suelo con mi pie derecho.- ¡Quiero que me lo explique!
Parecía sorprendido, pero sabía perfectamente que no lo estaba. Ladeó la cabeza y se cruzó de brazos.
-¿Explicarte el qué, pequeña?- Dijo y sonrió de nuevo con prepotencia.
-¡Por qué oigo su maldita voz hasta en mis sueños!-Grité, esta vez más alto.- ¡Por qué narices recuerdo su irritante voz!
Su expresión cambió, colocó su mano sobre mi hombro y me dio grácilmente la vuelta, acto seguido comenzó a empujarme. Yo ya no entendía qué estaba pasando, ni que estaba diciendo la mujer que iba con Mustang. Simplemente me ardían las mejillas y me estaba dejando llevar.
-No hay nada que explicar.-Dijo de pronto, y me di cuenta de que me había sacado del recinto.- Ya sabes todo lo que debes saber.
Pataleé, me giré y quise darle un bofetón guiada por la ira, pero no tuve el valor de hacerlo. Me quedé ahí plantada mirándole fijamente.
“Has sido tu” Pensé “Tú fuiste quién me llevo con Ezer el día que perdí mis ojos…pero… ¿Qué ganabas con eso?”
Abrí la boca para poner al descubierto mis pensamientos pero el sonrió y colocó uno de sus dedos en mis labios, mi cara enrojeció por completo.
-¿Qué diablos haces?-Le dije y el rió, sentía la vena de mi frente palpitar.
-¿Entonces la semana que viene?-Me dijo y yo quedé perpleja.- Está bien, hasta el lunes en la cafetería de siempre.
Y simplemente le observé subirse en el automóvil y marcharse, una gota cayó sobre mi nariz y yo levanté la mirada hacia el cielo, suponía que estaba oscuro, gris, como yo lo veía.
Bajé mis gafas de aviador hasta ponérmelas delante de los ojos y metí mis manos en los bolsillos del pantalón, luego le pegué una patada a una piedra que rodó hasta la mitad del pavimento para ser arrollada por las ruedas de un coche.
Parecía que debía estar otra semana más escuchando su maldita e irritante voz.
impaciencia al alza... O:
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