“Pruébelo, señorita”
Miro la cucharilla girando lentamente, jugando con el chocolate. Cae en la taza formando un pequeño montículo sobre el espeso cacao.
Dejas la taza sobre la mesilla de noche y te quedas estático, con el calendabro sujeto firmemente como si fueras un mueble más de la habitación.
“No debería”
Llevo la cuchara a mis labios, el espeso líquido está caliente, se pega a mi paladar y mi lengua lo saborea ante tu atenta mirada. Siento una ola de placer recorrerme. El chocolate siempre me produce esa sensación.
“Podría ser mejor”
Me observas y una diabólica sonrisa se forma en tu pálido rostro. ¿Qué piensas, Sebastián? Me giro y miro al otro hombre que permanece a mi espalda, furioso, territorial.
“Mi señora, se ha manchado los labios con el chocolate, déjeme limpiárselo”
Te acercas, lejos de ensuciar tu blanco pañuelo, pasas tu lengua por mis labios, lentamente, sonríes malicioso, abro la boca para habla pero me sellas con un dulce beso con sabor a chocolate. Me sonrojo ligeramente. Te alejas un poco y te observo mirar a Sebastián, marcando tu territorio.
Os picáis mutuamente, ¿Sientes celos Noah? Rivalizáis hasta en las cosas más simples, mínimas. Por eso tengo dos tazas de caliente chocolate en mi mesilla de noche.
“Pruebe esto ahora, my lady”
¿Cuándo te has levantado? Llevas la cuchara a mis labios y el dulce olor del cacao penetra e mi nariz, paso mi lengua por la plata.
“Es algo amargo”
Comento y el colchón se hunde, puede que la cama ceda ante el peso de los tres, Sebastián te mira burlesco. Te imita sin hacer apreciación alguna, busca jugar con mi lengua y hacer que tú te reconcomas de rabia.
“El chocolate debe ser amargo, es su sabor característico”
Lo apartas de mí, con brusquedad. Vuestras disputas llegan más lejos de lo que imaginaba. Rebusco en mi memoria muestras de vuestra rivalidad, hay demasiados ejemplos.
“Sin embargo añadirle algo de azúcar siempre atrae más adictos”
Me da la sensación de que me estáis comparando con el chocolate, no soy egocéntrica pero me siento importante. Ya no estáis luchando por un alma, estáis probando quién de vosotros dos es más poderoso. ¿O me equivoco?
“Empieza a amanecer”
Aviso y la tensa mirada se rompe, Sebastián se levanta y se inclina ligeramente en una señal de burlesco respeto con esa sonrisa suya tan característica.
“Disculpe, señorita, pero es hora de que me vaya”
Toma mi mano y la besa antes de salir de la habitación. Noah y yo nos quedamos solos. Hasta que la puerta no se cierra tras la espalda del demonio los amarillentos y gatunos ojos no me miraron.
“¿Hasta cuándo va a estar jugando con nosotros, joven ama?”
Sonrío, maliciosa, me siento mala. Adulta, jugando parcialmente con dos demonios.
“¿A caso te molesta, Noah?”
Pregunto, tú simplemente bufas. Te sientas sobre el borde alejándote de mi.
“Yo solo sirvo para cumplir sus deseos, mi señora”
Me acerco, aferrándome a tu espalda, tú sólo apartas la cabeza a un lado para que tu cabello no me moleste.
“Eres como el chocolate, te puedo manipular a gusto…”
estuvo bien bueno fijate, nada que pueda decir ni siquiera siendo minucioso
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