Orgullo

El orgullo es una gran carga, un pesado yugo que se aferra a nuestros tobillos con tanta fuerza que el dolor hace que nos ceguemos. Un pequeño grano de arena, una pequeña bola de nieve que rueda montaña abajo termina siendo una tormenta y una avalancha. ¿Por qué? Porque nos lo tomamos todo a la tremenda.
Cara a cara nos delata el tono...pero... ¿Qué nos delata cuando escribimos? Nada, todo está permanentemente sujeto a la mal interpretación de nuestro mensaje por parte de nuestro interlocutor. No es la primera, ni la última vez, que un mensaje que, en principio no es ofensivo, desencadena una reacción violenta y exagerada de la persona con la que nos estamos comunicando. El problema es que, cuando esto pasa, ya no hay vuelta atrás. Ambos bandos se aferran a su orgullo de que su interpretación del mensaje es la correcta... y eso, lectores, genera disputas absurdas que, en principio, no tendría porqué haber pasado.
Pero...¿Por qué pasa esto? Porque el ser humano tiende a escurrir el bulto de sus errores. No dice :"Vale, me he equivocado, rectifico", sino que inventa excusas, cada cual más absurda que la anterior, para hacer ver que no es su error, es del otro.
Y así empieza todo... la pequeña bolita que se transforma en avalancha y lo arrasa todo. Todo podría solucionarse con un "Rectifico" pero casi siempre acaba en un "Me arrepiento".
Quién dijo una vez "Rectificar es de sabios" sabía que pocos sabios existen frente a la inmensa mayoría de ignorantes orgullosos.