Capítulo 26: Carne Muerta

A penas si han pasado unas horas y ya la echo en falta, mi señora. Creo que la caoba envejecida favorece su palidez junto con esas rosas blancas que he cultivado especialmente para este día. Aunque no esperaba que llegase tan pronto.

Me siento decaído, no imagina como sangra mi interior. No puede tener usted una idea de lo que estoy sufriendo en este preciso instante sin su presencia.

Me pregunto si un demonio pueda morir de tristeza joven ama… Si fuera así… aunque ya no podría reunirme con usted. Eso es lo único que me consuela, que forma parte de mí. Mi señora…

“Ya está todo dispuesto…”

Se que desde el momento en que me dio usted su alma, debería haber desaparecido, en busca de algo nuevo. Pero necesito verla unos segundos más… sólo unos instantes antes de ir a por una nueva víctima, pero no me mal interprete joven ama, nadie podría sustituirla.

“Para mi…usted es la única”

Me giro, pero antes deposito un suave beso en sus labios, para toparme con la última persona a la que quería ver antes de volver a las andadas. Sebastian Michaelis.

“Estás cometiendo un error de principiante, Noah Clearbell”

Su irritante sonrisa me molesta, agita la cabeza.

“Eso es problema mío, así que no te interpongas”

Observa la estancia con detenimiento y le veo caminar de un lado a otro, examinando cada detalle de la habitación.

“Debías tenerle mucho afecto para prepararle algo así”

Gruño por lo bajo.

“No te metas en asuntos ajenos, no te importa en absoluto”

Se para, acercándose peligrosamente a mi, casi podía notar su aliento sobre mis labios. Apoyo mis manos contra su pecho y lo empujo ligeramente para que no se acerque tanto.

“¿Hasta cuando crees que podrá permanecer su cuerpo intacto? ¿Vas a dejarla aquí?”

Trago saliva, su sonrisa me inquieta, pero tengo los nervios a flor de piel. No contesto, me tomo mi tiempo para reflexionar.

“Una rosa debe morir entre rosas y permanecer entre ellas”

El dedo enguantado de Sebastian me recorre desde la frente, pasa por mi nariz y mis labios y se pierde en algún punto de mi pecho, un escalofrío me recorre. Siento asco de mi mismo.

“Las rosas se marchitan, y estas también lo harán dentro de unos días, ella también se pudrirá y solo quedarán los huesos… ¿Acaso quieres regresar y encontrarte un puñado de huesos y carne comida por las ratas, rodeados de rosas mustias y gusanos?”

Sebastian era cruel, pero eso ya lo sabía de ante mano, por eso no fue tan duro el golpe pero sin embargo me dolió que aquello fuese cierto. No quería volver y encontrarme esa situación. Pero no tenía valor para enterrarla, sentía que ese sería el Adiós definitivo.

“¿Acaso te has apegado tanto a ella que te es imposible hacerle una tumba?”

Aprieto los puños.

“Es demasiado buena para una tumba”

Negó con un dedo y sonrió alejándose levemente, observo como se acerca al ataúd y pasa los dedos por su pálido rostro.

“Aún no ha perdido su belleza, eso es lo que te frenta, Noah…”

Sus ojos rojos se clavan en mi a la vez que corta su mejilla con una de sus uñas, no recuerdo cuando se ha quitado los guantes.

“Pero no sangra, no siente dolor… de ella solo queda este pedazo de Carne. Es Carne Muerta, Noah. No tiene alma porque tú se la has quitado… ¿Vas a dejar que se pudra y todos lo vean?”

Fue tras eso cuando cogí el ataúd, enfurecido le aparté de un empujón. Buscaría el lugar más bonito para enterrar allí su cuerpo. Un paisaje que mereciese su belleza. Sin embargo…

“Sebastian tiene razón…de ella solo queda un poco de carne muerta…”